Director: Steven Spielberg
Escritores: Melissa Mathison (guión), Roald Dahl (libro)
Protagonistas: Mark Rylance, Ruby Barnhill, Penelope Wilton

No acostumbro a leer reseñas de películas antes de escribir las mías, así evito que algún crítico regalón me influencie y me haga cambiar de opinión. Excepto esta vez. Más que nada porque supe que a esta cinta no le ha ido bien con el público y que, a poco tiempo de estrenarse, ya está considerada como uno de los más grandes fracasos de Steven Spielberg, el rey Midas del cine.

Y me encontré con lo que esperaba, si bien no está tan mal catalogada por los críticos, las opiniones de los espectadores son lapidarias: fome, lenta, nada nuevo, sin trama, sin explicaciones de lo que estaba pasando, etc.

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“El buen amigo Gigante” está basado en la obra del mismo nombre del escritor de literatura infantil Roald Dahl, autor también de los clásicos “Charlie y la Fábrica de Chocolates” y “Matilda”. El guión pertenece a Melissa Mathison, quien ya se había unido a Spielberg en E. T. (1982). Y como si todo esto fuera poco, es la primera alianza de Spielberg con los estudios Disney.

¿Y si tenemos este trío genial (Dahl, Spielberg y Mathison), por qué el fracaso?
Revisemos la película:

En “El buen Amigo Gigante” nos encontramos con Sofía (Ruby Barnhill), una niña que vive en un orfanato, que le encanta leer y que de noche, mientras todos duermen, se encuentra mirando por la ventana y ve lo que no tiene que ver: un Gigante (Mark Rylance) merodeando por las calles oscuras, quién no tiene otra solución que raptarla para no ser descubierto.

Este Gigante la lleva a su hogar y mientras Sofía teme lo peor, en una divertida conversación llena de equivocaciones, le cuenta de los otros gigantes que comen humanos y que son muy malos. Desde aquí somos espectadores del nacimiento de una amistad hermosa, llena de pureza y lealtad entre dos seres que no pueden ser más distintos, pero que tienen en común el mayor de los males de todos los tiempos: la soledad.

A medida que avanza la cinta, el Gigante muestra a Sofía el maravilloso universo en el que vive. A pesar de los gigantes “come humanos” y a pesar de la maldad, vemos en un increíble despliegue de colores e imágenes espectaculares que el mundo de este Gigante bueno es maravilloso y único; donde las burbujas de las botellas bajan, el agua de los riachuelos sube y donde los sueños andan sueltos esperando ser atrapados y entregados a sus dueños. El Gigante y Sofía emprenderán una cruzada para atrapar a los gigantes malos y pedirán ayuda nada menos que a la Reina, vivirán aventuras y pasarán peligros, pero más que nada, se conocerán.

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“El buen amigo Gigante” es la película para niños que siempre quise ver, que no me asustara ni me angustiara, donde aprendiera sobre el amor, la amistad y las cosas fantásticas que le ocurren a uno sólo cuando es niño y que, aunque se olvidan con el pasar de los años, dejan en nuestro corazón esa tibieza y sabor dulce de la certeza de que en muchos momentos fuiste muy feliz y que esos momentos de felicidad te hicieron olvidar las cosas malas y feas que la vida te mostró antes de tiempo.

Qué pena lo poco que el público ha valorado a “El Buen Amigo Gigante”, acostumbrados a blockbusters, super héroes, peleas, muerte, sangre y explosiones. Acostumbrados a que les expliquen todo y a que les vendan la pomada de las secuelas y precuelas y demases. No digo que esto sea del todo malo, de hecho, me encantan las películas de acción y desastres y villanos y persecuciones, es sólo que a veces mi alma necesita que la alimente de ese calorcito que deja una película sobre relaciones humanas, sobre cariños y sobre encuentros. El calorcito que deja ver una película que te da esperanzas de que no todo está perdido y de que aún hay bondad en los hombres y en el mundo.

Por Marisa Zúñiga

https://www.youtube.com/watch?v=ltIj4XZUOFE

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