En un mercado que sigue valorando el cine estadounidense como lo único que puede venderse y despertar el interés del público, las películas que vienen “del otro lado del charco” se convierten en obras interesantes de revisar. Por supuesto, al igual que en Hollywood, no todo el cine que llega de Europa es sinónimo de calidad, sin embargo, cada película que podemos ver y que nos llega desde ese continente, puede ser una buena oportunidad de acercarse a un cine distinto al que vemos siempre, aportando a nuestra experiencia como espectadores.
En este caso, nos enfrentamos a un filme de los buenos.
“Victoria” (2015) llega con las credenciales de haber arrasado con los premios Lola (una especie de Goyas alemanes) y ser la elección de dicho país para representarlo en la carrera por los Oscar a mejor película extranjera. Del director Sebastián Schipper, la historia se centra en el personaje de Victoria (Laia Costa), una mujer española que se encuentra trabajando en Berlín. En un lapso de tiempo, desde las 4:30 a las 7:00 AM, Victoria conoce a un grupo de amigos con quienes deambula por la ciudad, tomando decisiones buenas y malas, que cambian su vida y la sus nuevos amigos. Todo esto, filmado en un plano secuencia que no despega ni permite que apartemos los ojos de todo lo que va sucediendo.
Esta forma de presentar la historia nos permite adentrarnos de lleno en el vértigo que siente este grupo de amigos en esta noche que parte como cualquier otra, pero que termina siendo la más decisiva e importante de sus vidas. Como espectadores, formamos parte de la aventura, estamos al lado de los personajes y nos involucramos con ellos. Hay, además, un muy buen uso de los elementos narrativos, con una progresión de los hechos que va escalando en su trama. La sensación de “cómo fue que llegamos a esto” es algo que aparece cuando ya ha pasado la primera hora del metraje, pero desde ese punto, la historia es dinámica, entretenida y conmovedora.
Otro punto que se valora en esta película es el uso de la música, la que es utilizada en ciertos momentos del filme y que permite de alguna forma “descongestionar” lo que está ocurriendo. Dado que la cámara fija no descansa, es la música la que permite que nosotros, como espectadores, podamos recrear las transiciones necesarias entre escenas.
“Victoria” es una película que sorprende. Posee todos los elementos visuales que han sido usados por el cine norteamericano independiente (cámara en mano, fuera de foco) pero en este caso tiene una consistencia que está dada no sólo por su historia, sino que también por la riqueza de sus personajes. Las múltiples capas que presenta cada uno – especialmente la protagonista – nos lleva a comprender el porqué de los hechos en base a lo que cada personaje va desarrollando durante el filme. Gracias a eso, el espectador puede sentir esa empatía de la que hablamos antes; a medida que avanzamos, los personajes que en un inicio son un misterio, se van presentando tal como son, hasta exhibir todo lo que son capaces de hacer frente a la realidad que les toca vivir.
Más allá de lo que nos ofrecen las grandes cadenas de cine, “Victoria” es una película que nos lleva a valorar este otro tipo de cine, bien hecho e íntimo, pero que tocando temas atingentes a nuestra sociedad, se aparta de la sacralización que supone el “cine arte” en nuestro país. El mejor favor que podemos hacerle es verla e insistir en que este cine, probablemente menos comercial, se amplíe a otros espectadores y no termine raptada por los intelectuales de turno.
Por Alejandra Pinto López