Las mujeres tenemos dosis de testosterona bastante bajas. Quizás sea por eso que hay muchas que odian el boxeo y otros deportes donde brota esta hormona a cascadas.

Sin embargo, hay películas que hacen que esa mínima cantidad de testosterona sea suficiente para causar un cosquilleo en nosotras, haciéndonos olvidar la presencia presente de estrógenos, dejándonos a merced de motores, mujeres, alcohol y mucha competencia.

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Este es el caso de Rush: Pasión y Gloria, película nominada en su momento a los Golden Globe como mejor película de drama, que relata y retrata la historia de la eterna rivalidad entre el austriaco Niki Lauda (Daniel Brühl) y el británico James Hunt (Chris Hemsworth) durante los años 70. Ambos son como el agua y el aceite; mientras uno es reservado, metódico y un genio de la precisión, el otro es mas bien un temerario de las pistas, gozador de la vida y lo suficientemente arrogante para creerse el mejor de la Formula 1.

Luego de una pelea con su padre, que no acepta que su hijo sea un corredor de carreras, Lauda pide un préstamo al banco y compra una plaza en el equipo BRM. En la otra vereda, Hesketh Racing, un equipo sin patrocinadores como respaldo, entra a la Formula 1 y contrata a Hunt usando aun autos de la escudería March.

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Mas tarde, Lauda entra a la Scuderia Ferrari y gana su primer campeonato en el ´75, mientras que Hunt pierde su puesto en la Formula 1 ya que Hesketh se retira sin patrocinador alguno.

La lógica de la película es retratar a cada uno con sus vivencias y como hacen para llegar al podio, dejando en claro la personalidad de cada uno, a través de frases intimidantes entre ellos e imágenes de la época, que solo entregan más verosimilitud y sustento a la historia.

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¿Se acuerdan de las noticias de un piloto en llamas? Digo, ¿literalmente en llamas? Bueno, ese suceso marcó al deporte en aquella época. Sucedió en pleno Gran Premio de Alemania. Lauda llama al comité de F1 para cancelar la carrera ya que la lluvia no es una buena compañera de pista y la hace muy peligrosa. La mayoría ni pesca al mesurado Lauda por el poder de convencimiento de Hunt al decirle: “¡Eres un gallina, Lauda, temes perder los puntos, chicken!”. La carrera se hace igual, ambos hacen parada en boxes para cambiar neumáticos durante la 2da vuelta, pero antes de llegar a la 3ra vuelta el brazo de suspensión del coche de Lauda se rompe, pierde el control y termina chocando bastante feo contra una barrera. El coche se incendia y se desliza hasta la mitad de la pista, mientras es golpeado por otros coches. Un poquito de mala suerte…un poquito no más.

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Lauda las vio negras, con quemaduras de 3er grado en la cabeza y humos tóxicos en los pulmones. El tratamiento de sus heridas duraron 1 mes y medio de dolor físico, pero el dolor más fuerte que sintió fue en el orgullo al ver que Hunt dominaba el resto de la temporada. Picado, era que no, no toma en cuenta las recomendaciones del doctor y vuelve al volante de su Ferrari en el Gran Premio de Italia, terminando 4°. ¿Hunt? Ni terminó la carrera.

En el Gran Premio de Japón, Lauda decide retirarse de la carrera luego del final de la 2da vuelta, eligiendo estar con su esposa y alegando que la pista estaba complicada por la lluvia. Hunt termina 3°, lo cual le da el puntaje suficiente para vencer a Lauda por un puntito y ganar el campeonato.

En la cinta se deja entrever que el británico vive una vida de excesos pos título, entre drogas, sexo y fama, mucha fama, en consecuencia con lo que había sido su vida hasta el momento. Lauda, en su habitual forma de ver las cosas, le pide prudencia y que se concentre en la próxima temporada. Lástima que Hunt no haya tomado en cuenta tal consejo y deja entrever que no tiene nada mas que demostrar, que el podio es de él y será así siempre, o al menos eso cree.

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La voz de Lauda cuenta que fue de su rival y amigo: luego de ganar apenas 3 carreras y un titulo el año anterior, pasa a ser comentarista deportivo, quedando en la miseria por culpa de su despilfarro habitual y muriendo a la joven edad de 45 años, al explotarle el corazón.

Y ahí es cuando te das cuenta que da lo mismo de que sexo seas: la testosterona, usualmente sinónimo de acción y competencia, también es sinónimo de pasión, de energía y de deseo puro. De desear desde tu cabeza, pero en especial desde tus entrañas, lograr un objetivo, y que la vida se vaya en ello si eso es necesario. Sea desde el lado metódico y clínicamente planificado de Niki Lauda, o desde el espontáneo y excesivamente visceral de James Hunt, la testosterona es el combustible de una misma pasión y afán de trascendencia.

El final de la cinta nos deja ese gustito agradable en el paladar de que los rivales te fuerzan a alcanzar y superar los límites y así valorar esta carrera incansable. Tal vez, esta relación de agua y aceite que Rush nos muestra solo es una historia como tantas contadas sobre la dualidad de vivir la vida con levedad o con seriedad, del ser mismo, pero también es la muestra que la forma puede ser diferente, y el resultado también, pero que la motivación es la misma, intacta.

Y parece que, después de todo, un poco de testosterona no hace daño a nadie.

Por Natalia Martínez

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