No sé si hay algo más poderoso en la vida que el amor que los padres sienten por sus hijos. Traspasa tiempo y espacio, mueve montañas, alivia penas y dolores, dolores físicos y del alma; hasta dicen que alivia enfermedades. No hay padre que desee mal a sus hijos o que no desee verlos felices y realizados.
¿Cómo ha representado el cine este vínculo indestructible? De muchas y variadas maneras, con mujeres y hombres que se vuelven superhéroes a la hora de defender a sus crías y que no se detienen ante ningún obstáculo con tal de salvar a sus hijos de la pobreza, del hambre, de una enfermedad, del horror de la guerra o cualquier cosa que amenace su estabilidad y tranquilidad.
Ejemplos hay muchos: Marlin en “Buscando a Nemo” (2003) deja todo atrás y no descansa hasta encontrar a su hijo secuestrado; Sarah Connor en “Terminator II” (1991) se convierte en una mujer valiente y aguerrida como pocas para enfrentar a una máquina infinitamente superior a ella, para que su hijo pueda continuar con vida; Sally Field en “No sin mi hija” (1991) arriesga su vida para sacar a su hija de Irán, o “Billy Elliot” 2000), donde el padre de Billy se sobrepone a todo lo que él cree y termina aceptando a su hijo bailarín sólo porque lo ama y lo ve feliz; incluso Darth Vader quien en “El regreso de Jedi” (1983) deja atrás poder y convicciones por salvar a su hijo. Hasta el insufrible y sobre excitado Roberto Benigni en “La vida es bella” nos muestra con su locura de lo que es capaz un padre para que su hijo no sufra y por supuesto Nick Nolte en “El aceite de Lorenzo”, cuando decide dejar todo para buscar una cura para la rara enfermedad de su hijo pequeño.
“Room” o “Habitación”, nos cuenta de una madre y su hijo enfrentados a una realidad de la que no pueden escapar. Encerrados en una habitación pequeña, deben hacer toda su vida ahí, Joy o Má (Brie Larson) lucha para que Jack (Jacob Tremblay) se convierta en un niño como todos, inventa juegos, tareas, historias, le da mucho amor, mucha preocupación y más que nada, protección. Tanto que no importa lo que le pase a ella, su objetivo es que Jack esté seguro y crezca lo más normal y feliz posible.
Pero Jack es un niño muy despierto y sensible y, aunque disfruta y entiende ese pequeño mundo que su madre ha creado para él, como todo niño es curioso y quiere saber más y más. Má llega a un punto donde se da cuenta que ya no es posible disfrazar la realidad a Jack, por lo que planea un escape al mundo real, un mundo que ella extraña, pero que su hijo desconoce. Un escape a todo evento, pase lo que pase y con las consecuencias asumidas, porque tiene que sacar a su hijo de ahí. Y ese es exactamente el punto de quiebre para Jack, a partir de ese momento comenzará a descubrir este universo nuevo lleno de sorpresas, es cuando empieza a explorar y a maravillarse con este lugar misterioso que él no imaginaba que existía, pero que lo estaba esperando desde siempre, porque finalmente es donde el pertenecía de verdad, es su hogar.
“Room” es una película que emociona, con un Jacob Tremblay que enternece y que nos aprieta el corazón con su actuación y una Brie Larson extraordinaria. Ambos nos enseñan que efectivamente no hay nada más fuerte que el lazo padres-hijos, que no importa la situación, ni las condiciones, pobreza o riqueza, frío o calor, lluvia o sol, nada de eso importa, solo que el lugar de los hijos es con sus padres, porque ellos y solo ellos le dan tranquilidad, confort, calor y el más grande amor.
Sugerencia: Vaya a verla, disfrute del descubrimiento de Jack, junto a Jack. No espere más, ya que como todas las buenas películas sin parafernalia ni efectos especiales, lo más probable es que salga pronto de la cartelera nacional.
Por Marisa Zúñiga
Lo primero que tengo que decir respecto a The Room, es que me generó una gran angustia. Estuve encerrada allí, con Joy y jack, en ese pequeño universo que era “la habitación” en donde solo un pequeño tragaluz, los conecta con el mundo exterior.
Joy fue secuestrada a los 17 años y encerrada en una habitación pequeña, su captor provee los alimentos. Y visita a Joy para violarla, en esos momentos Jack debe dormir encerrado en el closet.
La habitación es un hogar. En donde Jack cumple 5 años. Un lugar en donde el mundo cabe en un aparato de televisión. En donde una joven madre desde su dolor, construye el universo de su pequeño hijo Jack. El ha nacido en ese encierro. Le enseña a leer, el niño tiene el pelo muy largo, y obviamente es así porque en esta habitación, no puede haber tijeras.
Jack no conoce nada más que ese pequeño espacio y lo que muestra la televisión, que percibe como extraño y ajeno. Un ratón es la única señal vida que ha visto en toda su vida.
Y el amor expresado, por el cariño y preocupación de su madre (incluida una cariñosa torta de cumpleaños por sus 5 años)
Lo más increíble del horror que muestra esta película es que hemos conocido casos similares, en la vida real. En Viena una chica estuvo secuestrada desde los 10 a los 18 años, en circunstancias muy similares. En Austria en 1984 una chica fue encerrada por su padre en un sótano, de donde fue rescatada 24 años después y con 6 hijos.
La angustia es un tono permanente. La claustrofobia del encierro, la inocencia de la infancia. Y la brutalidad de la historia, se entrelazan.
El viejo Nick es una amenaza omnipresente. No lo vemos nunca pero siempre está. Como una sombra terrorífica y brutal.
Sin embargo Jack crece y madura, a pesar de su corta edad, es capaz de construir una relación de apoyo y ayuda mutua con su madre. Es capaz de recibir la fuerza de la madre y darle la suya propia (en hermosos símbolos).
La resiliencia de madre e hijo, es la luz en esa oscura Habitación.
Jack descubre que el mundo no es solo un lugar a donde vamos cuando soñamos. Sino que también es un lugar para habitar y ser feliz.
Ojo con este director irlandés, Lenny Abrahamson quien ya nos sorprendió con Frank, esa adorable cabezota de paper maché, que escondía a un sorprendente Michael Fassbender.
Sara Ahumada Gallardo