Hollywood lleva un tiempo más que razonable generando historias a partir de antiguos clásicos de su industria. Algunos innecesarios y olvidables, los remakes que hemos visto en el último tiempo han nacido más del interés de las productoras por generar dinero con historias probadas, que de ser un aporte a la cinematografía. Por lo mismo, el anuncio de un nuevo remake de un clásico como “Los Siete Magnificos” (1960) no podía hacer otra cosa que despertar sospechas y por qué no, prejuicios.
Sin embargo, en este caso, la situación es ligeramente distinta, partiendo por el hecho de que la película de 1960, protagonizada por Yul Brynner y Steve McQueen, es a su vez una reversión de “Los Siete Samurais” (1954), dirigida por Akira Kurosawa y que con el tiempo se ha convertido en una de sus obras más reconocidas en occidente. Por lo tanto, lo que tenemos aquí es el “remake del remake”, que si bien guarda algunas similitudes con la original, hay cambios que hacen que la historia se vuelva más atractiva para las nuevas generaciones.
Volvamos al origen
La historia base que encontramos en el filme de Kurosawa nos muestra a siete samuráis que deben hacer frente a un grupo de bandidos que cada tanto, asolan un pequeño pueblo japonés, llevándose todo su alimento. Los samuráis se integran a este pueblo y toman sus costumbres, al tiempo que van entrenando a los hombres para enfrentar a los bandidos en su próxima aparición. En este caso, el filme, que tiene una extensión de tres horas y media, más allá de su historia, se caracteriza por su fotografía e impecables tomas, la detención en cada detalle y composición de cuadros y la forma en la que se van hilando los hechos.
Es cine japonés, alejado de los códigos norteamericanos del cine, y por eso sorprende que su primer remake, “Los Siete Magníficos” del año 1960 sea una interpretación tan interesante y bien lograda. En este caso, los samuráis, convertidos en rudos cowboys (aunque en estricto rigor son “gunmen”) van a la defensa de un pueblito mexicano de la frontera, aterrorizado por una banda de ladrones que roban su cosecha. La idea primordial, como puede verse, es la misma, pero adaptada a la realidad estadounidense y con elementos que podían hacer más sentido al contexto, tales como la guerra civil de ese país y la presencia de esa frontera difusa entre la pujante norteamérica y el decaído sur. Una mirada desde el lado gringo, en donde todo lo que no forma parte del país es polvoriento, desolado; con mujeres exóticas y sensuales y hombres que no tienen ley ni Dios.
Cosas viejas que dan paso a nuevas cosas
Considerando todo lo anterior, el trabajo de Antoine Fuqua, quien dirige esta nueva entrega de “Los Siete Magníficos” estrenada la semana pasada en nuestro país, se hace cargo de la historia, pero también de los tiempos que corren y de los nuevos espectadores de cine que buscan en las películas de acción un poco más de adrenalina y efectos especiales. En esta ocasión, el pueblo que debe defenderse no es un lugar lleno de personas desvalidas, sino de granjeros y mineros que quieren enfrentarse a la injusticia del capitalista de turno, interpretado por Peter Sarsgaard. Cansados de la violencia y la muerte, los habitantes del pueblo, liderados por Emily Cullen (Haley Benett) van a la búsqueda de pistoleros que puedan defenderlos, encontrándose con Sam Chisholm (Denzel Washington), quien se encargará de reunir al resto de los “magníficos”.
El resto del metraje avanza más o menos como sus predecesoras, pero con una rapidez que hace eco de lo que exige el público en la actualidad; muchos efectos, balas, peleas largas y de gran tensión. Las referencias a las películas del western más clásico también se hacen notar: miradas intensas entre antagonistas y personajes hábiles con las manos y las armas. El nuevo filme cumple con las expectativas porque consuma de buena manera lo que conocemos de las películas de cowboys, incorporando además un buen ritmo e interpretaciones de calidad, sobre todo las que ofrecen Ethan Hawke y Vincent D’Onofrio. El nivel de todos es más bien parejo y sus intenciones son fáciles de entender, incluso en el caso de Chris Pratt, quien claramente sólo puede actuar de sí mismo, pero que aún así resulta entretenido de ver en la pantalla.
Es probable que los únicos elementos que hagan ruido en esta producción, sea por una parte, la exagerada intención de mantener lo políticamente correcto en este filme. La incorporación de una heroína suena más a requerimiento de equidad de género que a una necesidad de la historia. Si las cosas iban a ser así, hubiese sido mejor prescindir de ese elemento. Por otro lado, la tendencia hollywoodense de explicar todo lo que pasa le juega en contra a este filme en un par de escenas. Si pensamos en las versiones anteriores, el desarrollo de personajes también era óptimo, sin necesidad de dar demasiados antecedentes sobre ellos mismos.
Remakes que hacen el honor
A diferencia de las películas en las que se basó, la nueva entrega de “Los Siete Magníficos” no está destinada a convertirse en un clásico, pero entretiene en muchos niveles y su público saldrá conforme de las salas. Este remake le hace honor a sus predecesoras, permitiendo que además, nos interesemos por ellas, algo que no siempre ocurre con este tipo de producciones. Y es que en este caso, se advierte un interés por hacer lo mejor que puede hacerse con los recursos que se disponen, sin caer en la tentación de generar una película destinada sólo a vender popcorn . Con eso se revitaliza esta antigua historia y nos permite conocer tres momentos del cine, por lo que resulta interesante realizar el ejercicio de ver los tres filmes juntos. Desde aquí les recomiendo hacerlo.
Por Alejandra Pinto López