Después de mucho tiempo, una nueva película del director M. Night Shyamalan, vuelve a tener al mundo atento. Se trata de Glass, culminación de la trilogía que se inició 19 años atrás con Unbreakeable (2000) y que continuo con Split (2017). Las expectativas no son pocas y el historial del realizador invita por partes iguales a estar muy entusiasmado, o ha esperar con escepticismo esta última entrega.
Glass entonces, tiene la misión de darle un cierre a las historias de David Dunn (Bruce Willis), Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) y Elijah Price (Samuel L. Jackson). Por ese motivo, el primer tercio de la película se mueve en describir la situación actual de estos personajes y cómo finalmente llegan a cruzarse. David, en su rol del Centinela, está tras los pasos de la Horda, la unión de todas las personalidades de Kevin, dando como resultado un inevitable enfrentamiento que los hace terminar acompañando en un centro de salud mental al personaje de Samuel L. Jackson. A partir de allí, Glass es una historia que está en constante, pero lento movimiento, preocupada de poner cada uno de los engranajes en su lugar y sobre todo, dejando migajas en el camino para que el espectador no pierda ningún detalle.
Lo primero que destaca en Glass, es el manejo de la cámara por parte de Shyamalan. Preocupado siempre de encuadrar todo, como si se tratará de una viñeta de comic. El uso de los colores y el manejo de los pocos escenarios que tiene esta película (se nota que el presupuesto se estiro hasta donde se podía), es simplemente notable. Todo esto, ya forma parte del repertorio clásico de este director y su manejo está a gran nivel.
En segundo lugar, tenemos a nuestros personajes. En este caso, conocemos perfectamente la historia de cada uno de ellos y, aun así, existe un cuidado por completar los potenciales vacíos que podemos tener en sus historias. El desarrollo de cada uno de ellos es claro y no deja ninguna dudas sobre sus motivaciones. Gran parte del metraje se va en conversaciones y diálogos entre ellos. Sin embargo, los tiempos actuales no están para sostener escenas eternas como en Unbreakeable, pero al menos, está la intención de jugar al límite. Shyamalan se toma su tiempo para desarrollar a cada uno, proporcionándoles matices y un destino que van escribiendo en cada una de sus acciones.
Para continuar, Glass se preocupa de cerrar su historia en el tono que está merece. No hay condescendencia con el espectador. Tenemos una narrativa que le habla a la sociedad actual y allí está una de las grandes fortalezas de esta película. Sabe lo que quiere contar y lo hace sin ningún tipo de miedos, ni cuidados por quedar bien. Es cierto, a veces comete el pecado de sobre explicar lo que está sucediendo, pero eso en nada ensucia su mensaje final. Glass apunta increíblemente alto y es por eso que, si bien no estamos frente a una obra perfecta, podemos hablar sin temores de que estamos frente a un cierre de una trilogía increíblemente bien lograda.
Para terminar, decir que Glass es un raro caso de cine de superhéroes de autor, en un mundo dominado por las fórmulas, es una relato íntimo y pequeño en un momento donde los espectadores, parecen estar siempre esperando que el mundo entero esté en riesgo. Es una visión que se siente refrescante y que nos viene a recordar que las mejores historias, no necesitan grandes puestas en escena para brillar. Solo requieren tener algo que decir, y allí, Glass no solo entrega su mensaje, lo hace de manera notable.
Por Keno Gallardo