Con varios problemas de producción que incluyeron cambio de actor principal (Sasha Baron Cohen) y despido del director Bryan Singer a casi 4 semanas del término del rodaje “Bohemian Rhapsody” llegó finalmente a los cines simplemente por que Queen es más grande que tú problema.
La crítica ha sido bastante dura con la cinta, y si, es una cinta poco jugada, todo pasa muy por encima y no nos muestra nada nuevo a lo que ya sabemos sobre Queen y Freddie Mercury. Sin embargo, empiezan los primeros acordes de “Somebody to love” y es imposible no entregarse al espectáculo y, si la ves en una sala como IMAX, será como estar en un estadio. La escena final que recrea la presentación completa de la banda en el Live Aid de 1985 es una estirada de chicle narrativamente innecesaria, pero está tan bien recreada tanto en interpretación de personajes como en puesta en escena, mostrándonos toda la potencia de Queen en vivo. Se paran los pelos.
Bohemian Rhapsody es una biopic de manual, tomándose algunas licencias en la historia para entregarnos una historia que va in crescendo hasta tener un quiebre que nos lleva al desenlace dramático de la banda mostrando todo su potencial en el famoso concierto del 85.
Los puntos altos están en el casting encabezado por un Rami Malek que estudió demasiado bien al personaje que le tocó interpretar. Ya todo el mundo lo ha dicho, el tipo ES Freddie Mercury en pantalla y si no está nominado a algún premio, mejor cerremos Hollywood por fuera. La caracterización de los demás actores también es para aplaudir por el parecido físico que se logró. Aplausos para el encargado del casting.
Bohemian Rhapsody no pasará a la historia como una gran película, pero si como un honesto homenaje a una de las más grandes bandas de rock que Inglaterra nos ha dado.
Por Claudio Adn