La película más esperada de este año, en mi caso, no ha sido ninguno de los filmes súper heroicos que hemos tenido desde principios del 2016. Una película que conocimos a través de las redes y las noticias que nos llegaban desde el aclamado festival de Sundance en donde su director, Robert Eggers, alcanzó el galardón al mejor en su categoría con su cinta debut “The Witch” (La Bruja).

Tuvimos problemas de timing y su nacimiento se vio opacado por el estreno del Episodio VII de StarWars y un sinfín de cintas de calidad regular que hemos tenido que soportar este año, causantes de que podamos disfrutar apenas por dos semanas la presencia de esta película en cartelera. Situación lamentable, dado que es uno de esos buenos filmes destinados a convertirse en un objeto de culto y que en 20 años más, será el encanto de los busquillas cinéfilos. Porque digámoslo en español: La Bruja es extraordinaria.

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Presentada como “Un cuento folclórico de Nueva Inglaterra”, desde el inicio nos remite a otra época, con colonos ingleses tratando de hacer patria en lo que ahora es Estados Unidos. Desde aquí, nos centraremos en la historia de la familia compuesta por el granjero William, su esposa Katherine y sus hijos Thomasin, Caleb, los mellizos Mercy y Jonas y un bebé llamado Samuel. El tráiler nos muestra el primer conflicto respecto a esto: Mientras Thomasin, una niña casi adolescente, se encuentra cuidando a su hermano menor, éste desaparece. Los padres son creyentes y enfrentan esta pérdida como una prueba de Dios. Sin embargo, como suele pasar en estas historias, Dios no está mirando el infortunio de la familia y las relaciones entre ellos comienzan a revelarse como lo que verdaderamente son.

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A primera vista, la historia gira en torno a Thomasin, quien debe soportar la ira de su madre y los cuestionamientos que la adolescente hace de su padre y sus hermanos. La vida es compleja para ella, pero también lo es para cada uno de los integrantes de esta familia. El cómo se manejan esas relaciones, y de que forma la bruja a la que hacen alusión en el filme formará parte de esta dinámica, es algo que se verá a medida que avance el metraje. No será posible quedar indiferente, ni para ellos ni para nosotros desde nuestra butaca.

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Con todo, si el espectador está buscando una cinta de terror como las que estamos acostumbrados a ver, este no es su filme. Nadie lo va a sorprender de repente. No quedará “pegado al techo”. Ninguna de esas sensaciones tan sobrevaloradas en las actuales películas de terror será parte de esta historia. Sin embargo, la sensación de horror e incomodidad estará siempre presente. Las relaciones que se generan entre los personajes, sobre todo entre los mellizos Mercy y Jonas, nos hacen cuestionarnos a nosotros mismos. La tensión que se presenta no hace más que enfrentarnos con nuestros demonios, con las dobles lecturas que podemos hacer de las imágenes que vemos y de que tan perversos podemos llegar a ser. Ahí radica el terror de este filme.

Lo que tenemos acá es una película precisa, con actuaciones elegantes y la mejor dirección de fotografía que veremos durante este año. Vale la pena verla, aunque su distribuidora la haya tenido raptada durante seis meses y crea lo contrario. La Bruja se queda con uno y, por mi parte, ya no puedo sacarla de mi cabeza.

Por Alepin

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