Yorgos Lanthimos tiene ganas de contarnos cosas y claramente, algunas no nos van a gustar.
La película más reciente del griego –premiado, ovacionado, pifiado, mimado en Cannes – es El sacrificio del ciervo sagrado, un drama compuesto a partir de un mito griego en donde una doncella, Ifigenia, es entregada al sacrificio en venganza por la muerte de un ciervo cazado por su padre, el Rey Agamenón, sólo por demostrar que podía hacerlo. Agamenón deberá cargar con la culpa de la muerte de su hija, pero a última hora, Artemisa intercambia a la doncella para llevarla a una isla, convertirla en su sacerdotisa y entregarle la misión de matar extranjeros en honor a la diosa.
Lanthimos intenta actualizar las razones de ese sacrificio en su película. Steve (Colin Farrell) es un prestigioso cardiólogo, casado con Anna (Nicole Kidman), con quien tiene dos hijos preadolescentes. Viven en una casa blanca y perfecta, trabajan en una clínica de líneas puras y rectas, son guapos y se aman. Sin embargo, Steve oculta algo; lleva un tiempo reuniéndose con Martin (Barry Keoghan), hijo de un paciente fallecido durante una de sus cirugías, y una vez que lo revele a su familia, el joven comenzará a apoderarse de cada espacio que encuentre, hasta revelar su verdadero interés. Lo que Martin de verdad quiere es un sacrificio, pero más que todo, una decisión de parte de Steve. El médico debe matar a un miembro de su familia en reemplazo del padre fallecido de Martin.
El sacrificio…provoca esa congestión en la que no sabemos si lo que estamos viendo es ético o no. Los personajes son fríos, impersonales y obligan a que la historia transcurra de tal forma en que ninguno de ellos tome ventaja frente a los espectadores. Los escenarios, insoportablemente limpios y desinfectados, no hacen más que potenciar el relato.
El director ya había mostrado su interés por historias perversas en otras películas de su autoría como Canino (2009) y La Langosta (2015). En ellas y en El sacrificio… nos enfrentamos a un autor que está constantemente empujando al espectador a los bordes, insistiendo en que nos enfrentemos a cosas que no queremos ver. Lanthimos se siente, sin ninguna duda, como el gran revelador de verdades, incluyendo aquellas de las que no queremos hacernos cargo.
La interpelación por parte de Lanthimos es directa. Tan directa, que probablemente esa sea la gran falla del director. Bajo esa aparente intención simbólica y personajes asépticos que parecen dominados por una voluntad superior, el director pierde su mensaje. Los espectadores caemos en su juego, pero el resultado no funciona del todo porque la forma – una violencia velada, si se quiere, sobre situaciones improbables, incluso distópicas – no permite dar pie a dobles interpretaciones. Lo suyo es sin anestesia, pero también es sin derecho a réplica.
Las intenciones autorales de Lanthimos están claras, incluyendo esa idea sobre “odiarlo o amarlo” que ha aparecido en otras críticas de cine. Sin duda, provoca, pero Lanthimos debe recordar que no todo es golpe de efecto. También es necesaria la sustancia, lo único que hace que una obra perdure en el tiempo.
por Alejandra Pinto
(a.k.a. Alepin)
Ficha Técnica
Título Original: The Killing of a Sacred Deer (2017)
Director: Yorgos Lanthimos
Guionistas: Yorgos Lanthimos, Efthymis Filippou
Protagonistas: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan
Fotografía: Thimios Bakatakis
Edición: Yorgos Mavropsaridis