Vi “El Planeta de los Simios” del año 68 muy chica, pero no tan chica como para no recordar el impactante final. Descubrir que los astronautas habían estado todo el tiempo en la tierra, que los seres humanos y el mundo eran dominados por simios inteligentes y que el hombre era tratado como animal fue para mi tan alucinante que hablé del tema por semanas, con quien fuera, y que hubiera visto la película o no. Es que en esos años la idea de una tercera guerra mundial y de un eventual fin de la humanidad rondaba en la cabeza de todos los adultos a mi alrededor. Casi 50 años después seguimos no sólo pensando lo mismo, si no que también haciendo películas al respecto.
“La Guerra del Planeta de los Simios” (2017) es la continuación de la historia que empieza con “El Origen del Planeta de los Simios” (2011), donde el hombre creó una vacuna experimental para curar el Alzheimer y que resultó en que los simios se volvieran más inteligentes al ser usados en el testeo de la droga. En la primera y segunda entrega vemos a César (Andy Serkis) alzarse como líder entre sus compañeros y alcanzar la libertad para muchos, pero de paso da comienzo a enfrentamientos entre humanos y simios que luego tendrán resultados impensables.
En “La Guerra del Planeta de los Simios”, que se sitúa dos años después de los acontecimientos de “El Amanecer del Planeta de los Simios” (2014), nos encontramos con César oculto en los bosques junto a su familia y compañeros, siendo buscado y atacado por el ejército de El Coronel (Woody Harrelson), quien está al mando de una parte de las tropas que dará inicio a un enfrentamiento a doble frente, en el que se jugará el destino del planeta y que irremediablemente enfrentará a estos dos personajes.
Aunque todo el mundo ya ha hablado del tema, no puedo dejar de mencionar que en esta película Andy Serkis llega a la maestría en esta nueva forma de actuar, al entregarnos un César que nos muestra todas las emociones humanas sin lugar a dudas, con sus miradas y gestos nos dice cuando siente odio, dolor o rabia. Serkis unido a unos efectos especiales magistrales, hacen olvidar que detrás del simio hay un hombre y que el resto está digitalizado, al menos yo no lo recordé ni un minuto. Seguí a César y a todos los simios que lo acompañan con el corazón en la mano, sufriendo por sus vidas y deseando que lograran llegar al final de su camino sanos y salvos.
No menos elogios merece Woody Harrelson, quien con El Coronel logra una interpretación fresca y atrevida de un personaje claramente inspirado en el famoso Coronel Kurtz de Marlon Brando, de “Apocalipse Ahora”, esa obra maestra de Francis Ford Coppola que vimos por allá por el año 1979. También me pareció perfecta la inclusión del autodenominado “Simio Malo”, excelentemente interpretado por Steve Zahn, el agrega una dosis de humor necesaria en medio de tanto odio, venganza y dolor. En resumen, disfruté con todos los personajes, magníficamente delineados y de la misma manera interpretados.
En “La Guerra Del Planeta De Los Simios”, la tercera entrega y final, el director y también guionista Matt Reeves le da el cierre grandioso que anticipamos en las dos primeras y que esta saga se merece. Deja instalada en nuestras cabezas la idea del simio creciendo en humanidad y el hombre perdiendo en humanidad. Nos hace empatizar con una especie que si bien siempre hemos considerado cercana, también la hemos considerado inferior. Incluso no la presenta como perfecta, si no mas bien como seres humanos, con las mismas virtudes y los mismos defectos; eso sí con un concepto de familia y lealtad que hemos ido perdiendo y un espíritu antibélico que ya no recordamos que existe. Todo esto en un entorno que es un espectáculo en sí y acompañados por la música que termina de dar cuerpo y alma a los personajes y al desarrollo de la historia.
Mirando los créditos no pude evitar pensar en John Connor, cuando ve dos niños jugando violentamente y le dice al Terminator: “¿No lo lograremos, cierto?”. Una frase que se me quedó pegada desde el día que vi Terminator 2, porque ya casi no quedan dudas de que el hombre de alguna manera será el detonador de su propia destrucción, ya sea por las guerras, los virus o las armas biológicas o nucleares. Viéndolo así, el dominio de otra especie más inteligente y más humana me parece un desenlace y un fin merecido para este hombre que odia, mata y destruye sin más motivo que su propio ego y sus ansias de poder y de trascendencia.
Por Marisa Zúñiga