El 21 de enero de 1961 John F. Kennedy tomo posesión del sitial más importante del mundo occidental, el sillón presidencial de la Casa Blanca. John, con 43 años, se convertía en el presidente más joven de la historia de Estados Unidos y su esposa Jacqueline o Jackie, como la llamaban todos, con 31 años, es la tercera de las primeras damas más jóvenes de la historia. 1037 días después también harían historia, en uno de los asesinatos más impactantes que ha visto la era moderna y del cual aún se tejen historias y conjeturas.

El director chileno Pablo Larraín, nos relata los hechos ocurridos ese día, el 22 de noviembre de 1963, y los días que siguieron al asesinato de Kennedy desde la mirada de su viuda, quién tenía sobre sus espaldas las miradas del mundo entero. Basado en parte en la entrevista que Jackie dio solo una semana después del asesinato al periodista Theodore W. White de la revista Life en Hyannis Port Massachusetts, una de las residencias de la familia Kennedy, donde vivió luego de salir de la Casa Blanca.

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Jackie se desarrolla solamente alrededor de lo ocurrido a la viuda.  Al ser un hecho tan conocido por todos, no es necesaria más información de la que nos entrega el relato, porque aunque las imágenes nos muestran mucho de lo que ocurrió antes, durante y después del asesinato, lo importante aquí es cómo lo vivió Jackie Kennedy, cómo se manejó durante esos días terribles y por qué tomó las decisiones que tomó.

Y para hablar de eso, es necesario e imprescindible referirse a la tremenda actuación de Natalie Portman. Mas allá de haber estudiado la manera especial que tenía Jackie para hablar, caminar y hasta para lucir su ropa, Natalie Portman se convirtió en Jacqueline Kennedy. Logra a la perfección transmitir ese grado de vulnerabilidad y, a la vez, de fortaleza impresionante que Jackie mostró al mundo; su dolor, desesperación, su dulzura en el momento de explicar a sus hijos lo que había pasado y su tenacidad a la hora de querer despedir a su marido como ella sentía que se merecía, con un funeral inolvidable, con todos los honores y con miles de personas acompañándolo.

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Un papel muy importante lo juega también la música de Mica Levi. Te entrega ese tono desesperante, depresivo y estremecedor que envuelve a la película. Sabes que algo tremendo pasó o va a pasar, te ahoga y no te da tregua. Los únicos momentos de semi tranquilidad vienen de la mano de John Hurt, como el sacerdote con quién Jackie se desahoga para tratar de entender el momento que está viviendo.

Aunque Larraín nos cuenta una historia que para algunos es parte de los recuerdos importantes de su vida, para otros lejana, para la mayoría ajena y para todos conocida, logra imponer su estilo, se nota su mano. Incluso al principio parecía que estaba viendo una película chilena, pero con buenos actores. Sin embargo, en la medida que la película avanza, nos introduce en la aplastante realidad vivida por la protagonista, sentimos todo lo que ella y el mundo sintieron en esos días tremendos, que marcaron el fin de lo que los estadounidenses llegaron a llamar su realeza y el fin del sueño de la pareja que bautizó a la Casa Blanca como Camelot.

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Jackie, una mujer como pocas, a quien la vida preparó para ser parte importante de la sociedad, para contribuir en las artes y la educación, que además hablaba varios idiomas, que llegó a ser ícono de la moda, admirada e imitada por muchas mujeres de su época, pero a quien la vida no había preparado para vivir el horror de ver morir a su marido asesinado, horror del que tuvo que aprender rápido y sobre la marcha, a medida que los acontecimientos se iban desarrollando delante de sus ojos.

Por Marisa Zúñiga

 Director: Pablo Larraín
Guión: Noah Oppenheim
Protagonistas: Natalie Portman (Jackie), Peter Sarsgaard (Bob Kennedy), Billy Cudrup (El Periodista)

https://www.youtube.com/watch?v=qvRnUJKxeHE

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