Los amigos de Netflix nos invitaron a ver el 1º capítulo de la 4ª temporada de House of Cards. Y fue un muy agradable encuentro. Somos muchos los que devoramos cada episodio de esta serie, por varias razones.
En mi caso, fui educada en una familia en donde los valores republicanos y la democracia eran muy importantes y valorados, sobre todo porque en algún momento la perdimos y nos demoramos 17 años en recuperarla. Los días de elecciones para mi son una fiesta y un encuentro con la libertad de expresión y la expresión de la nobleza de la libertad democrática. Fin de mi discurso.
House of Cards revela las miserias, el lado que no vemos del poder y la ambición por este. Suena megalómano, pero, ¿Qué político no tiene una sobredosis de aquello? House of Cards tiene la gracia de mostrar la vida dentro de palacio (en este caso la Casa Blanca). A estas alturas todo el mundo conoce a los Underwood, Frank y Claire. Presidente y Primera Dama de U.S.A.
Empecé a verla animada por la gran admiración que tengo por Kevin Spacey. Su actuación en Se7en ( David Fincher) fue memorable y entra en la lista de las grandes actuaciones de la historia del cine. Luego vimos a ese inolvidable y enigmático Roger Kint (“Los Sospechosos de Siempre” de Bryan Singer ), ¡y Oscar para Kevin! Lo hemos visto en más de 40 películas desde entonces, algunas buenísimas y descollantes como American Beauty y otras no tan buenas, pero en donde Spacey ha dado vida a una variedad de personajes creíbles y convincentes y ha dejado claro su peso y talento como actor.
House of Card es una serie de ficción que ocurre en Washington D.C., exactamente en la Casa Blanca. Es el centro político del mundo occidental. Estamos ahí en las sesiones del congreso, en las conversaciones de pasillo, en las cosas turbias y claras del poder. Porque House of Cards habla de poder y de cómo éste es usado y se vive como un valor que es claramente producto de la omnipotencia del cargo.
Underwood, es lo que llamamos un “animal político” Con olfato, visión y agudeza…acá podemos reconocer a esta especie. Y hablamos de “alta política”.
Los Underwood son tal para cual. Son astutos, muy ambiciosos (de poder, más que de dinero) y están por sobre el bien y el mal. Y obviamente, cuando el poder es tanto, cuesta dimensionar valóricamente las acciones y las decisiones.
¿Qué harías tú, si formas parte del poder que da ser presidente de U.S.A? ¿Qué harías tú, si tienes el poder de manejar los hilos de la economía mundial? ¿Si tienes la posibilidad de con un llamado telefónico cambiar los destinos de la humanidad?
Probablemente esa es una posición angustiosa y una responsabilidad apabullante.
Pero los Underwood, son de otra especie, esa tan exclusiva, llamada “animales políticos”, lo llevan en su ADN. La manipulación, perversa o no. El gozo casi lujurioso de manejar a las masas, al país y al mundo.
Las actuaciones son grandiosas, los talentos innegables.
Estar dentro de la Casa Blanca, recorrer sus pasillos, escuchando las conversaciones, conocer los manejos sórdidos de las negociaciones entre oriente y occidente es una oportunidad irresistible y fascinante.
Claire (Robin Wright ) es perfecta. Guapa, inteligente, decidida, osada, y poderosa. Frank (Kevin Spacey) es soberbio. Manipulador y excelente negociador.
Acá los límites de la decencia y el respeto, el reconocer al otro como un legitimo otro no existe. El poder no tiene límites.
Frank , puede ser un asesino despiadado sin perder su halo de dignidad.
Porque cuando se habla de que la política es “sin llorar”, es así. Cuando se habla de que acá no hay víctimas, sino que desafortunados eventos y mártires de la democracia…empezamos a entender de qué se trata.
Los Underwood están encerrados en su propia telaraña. Son prisioneros del poder, que es lo que más ansían y por lo que viven, maravillosamente interpretados por Spacey y Wrigth.
La serie es apasionante. El poder por sobre la dignidad humana. Por sobre la vida, Más allá de todo. Total los Underwood están sonriendo desde un Olimpo que está en Washington DC y se llama Casa Blanca
Sarita Ahumada Gallardo